domingo, 24 de septiembre de 2017

DOS POEMAS DE CARMELO GUILLÉN ACOSTA



IMAGEN SENTIMENTAL DE MI PADRE

Y a los ojos me viene su presencia,
del patio al corazón, del corazón
al compromiso. Lo confieso: el tono
es diferente cuando hablo de él.
Y sigue vivo; y sigue enamorado
de mi madre; y a su hijo, por mucho
que le diera por oírlo, lo quiso
más que a él.
                    Cuando me acerco a verlo,
me exige que la cuide, que es mi madre,
y a él, que no me olvide de llevarle
las flores de los muertos, que a los muertos
se les honra con flores. ¡Qué de veces
me lo viene diciendo!:
                                 no te olvides
ni en la vida ni en la muerte de aquel
dulce deber: el cuarto mandamiento.




CONSIDERACIONES A PARTIR DE ESTE DÍA

TODO lo que he palpado, olido o miro ahora,
todo tiene su qué, su magia, su sentido.
La vida se sucede así, llena de luz,
hacia el fin que le es propio, el que le pertenece.
Y lo que muere, pongo por caso el día este,
alcanza en realidad su vocación más plena
cuando las sombras dan razón de que existió.

E igual que hablo del día, vale la noche, el hombre,
esa brizna de hierba que cae en mi cabeza.
Cualquier ser entra dentro del juego misterioso
de nacer y morir, no se da otro principio.
Y si existen las sombras, las produce la luz;
y si existe la luz, es porque hay sombras;
lo visible y lo invisible tienen el mismo origen,
el mismo sedimento, la misma eternidad.

Y yo sé que es de paso que voy, entre palabras,
unas veces devuelto y otras absorbido;
y sé que el día este, o la noche, o el hombre,
o la brizna de hierba que cae en mi cabeza,
poseen el poder de iluminarme un mundo
-da igual qué mundo sea- terreno y transcendente,
con el que me asemejo porque sé que es el mío.


                  de “La vida es lo secreto” Ediciones Rialp, 2009




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