Con este amargor tan extraño que tiene el caldo, no hay quien se lo termine, me dice.
Sé que tiene razón, pero qué esperaba después de 30 años juntos, aguantándonos. Le digo que será el sabor de una especie rara que compré en la tienda hindú. Así se tranquiliza. Se queja, pero sigue comiendo. Yo observo la cara de asco que pone y me fijo en su retadora mirada con la que me abofetea, mientras sorbe con ruido las últimas cucharadas.
Yo, como si nada, me levanto. Sé que mi bilis ya ha acumulado suficiente condimento para prepararle un jugoso postre.
Es que 30 años dan para mucha bilis....yo, por si acaso, llegada a ese punto optaré por prepararme mi propia comida. Y le diré al otro que haga lo mismo, por si las moscas...
ResponderEliminarMe gusta el modo en el que todo queda en el aire...
Abrazos
Matarratas!!! jeje muy bueno.
ResponderEliminarSaludos.
Yo pienso que treinta años no son nada pero suceda lo que suceda será bienvenido.
ResponderEliminarEres genial jugando con las palabras.
Saludos
Nooooo, me hizo acordar a la Guerra de los Roses, cuando le da de comer su propio perro en picadillo, solo que en ese caso le gustó mucho.
ResponderEliminarNo quiero llegar a presenciar eso, y tal vez no hagan falta mas de 20 años...mucho menos y puede suceder.
Beso José!
Los recovecos del tedio cuando se enlaza con lo eterno no tienen parangón, creo que superan los del odio. Buen micro.
ResponderEliminarBesos.
Bueno, no sé, algo me dice que ese caldo está muy rico y nada amargo. La amargura llega cuando decimos que nos sentamos a comer y en vez de comer, nos ponemos a pensar en los problemas, o cuando decimos que vamos a dormir, y ni dormimos ni descansamos porque de nuevo le damos mil vueltas a los asuntos pendientes.
ResponderEliminar¿Cómo se puede saborear la vida si en vez de endulzarnos, nos amargamos?
Posiblemente nada de lo que he escrito guarda relación con lo que tú has escrito, pero, sin saber por qué, es lo que me vino a la mente.
Besos José Antonio.
Después de esto... ¿te atreverías a invitar a alguien a cenar? :)
ResponderEliminarUys, que fuerte, me ha llegado el sabor hasta mi paladar!! eso quiere decir que el micro golpea al lector y lo lleva de lleno en su lectura. Buen intento. Abrazos.
ResponderEliminarUna gran alegoría entre caldo y convivencia, una sopa que se vuelve dificil de acabar con cada cucharada, es poco el hambre que va quedando y demasiado homogéneo el sabor, claro hay excepciones y tambien recursos para alterar esa monotonía gustativa, por ejemplo el uso de especias adecuadas.
ResponderEliminarComo siempre es un placer leerte, estimado amigo.
Esa mujer tiene una angustia en to`lo alto que no se yo si no lo envenena un dia... (o es que está ya en ello)
ResponderEliminarBesos
Cita
Se mastica el hastío, José Antonio.
ResponderEliminarMuy conseguido, muy efectista y, sobre todo, puede dar lugar a reflexiones hondas y jocosas, según ande el humor.
Un abrazo.
Cita, ¿cómo sabes que es una mujer?
ResponderEliminarGracias a todas y todos por pasar, ah, y estais invitados a caldo. Los hago muy buenos.
Seguro que le espera algo peor para quitárselo del medio.
ResponderEliminarUn saludito
José Antonio: me vas a disculpar por no poder asistir a tu invitación a tomar de tu caldo. Estoy muy ocupada estos días preparando aroz chino para un invitado especial que tengo... Un abrazote amigo. Me haces falta.
ResponderEliminarNo lo pondo en duda... lo del caldo. El micro también lo disfruté.
ResponderEliminarQuerido José Antonio:
ResponderEliminarDivertido, sarcástico, negro y genial. Con ingredientes como el desprecio y el rencor, acumulados durante años, cualquier caldo mata. Está claro que la alquimista es la mujer.
Déjate de caldos, con lo retorcidillo que eres cualquiera te da la oportunidad de experimentar en vivo para contarlo; me conformo con unas cañas en el bar.
Besos
Elvira
Treinta años son muchos años.
ResponderEliminarLo raro es que no pasara antes.
Saludos.
Un texto muy divertido...Nos veremos pronto en Vilapóetica. Un abrazo y felices dás.
ResponderEliminarDepende.Esto es como la belleza.
ResponderEliminarHay personas que a los 50 están fantásticas, y otras que están hechas una pena.
Pues esto igual. Treinta años, bien llevados, dan para buenos caldos; sino , para mucha bilis.
Me has hecho sonreir. Has jugado muy bien con las palabras y las emociones.
Un beso.
"No hay quien se termine este caldo". Va a ser el caldo quien termine con él.
ResponderEliminarLas entradas de tu blog están muy bien!
ResponderEliminarYo acabo de iniciarme en uno también, espero que te puedas pasar y te guste!
Besoss
Es una pena que nadie quiera caldo, en fin.
ResponderEliminarHe de decir que es de una marca conocida.
Me he dado un buen paseo por las últimas entradas que aún no te había leído. Pero en ésta dejo la huella.
ResponderEliminarÁcido, amargo, corrosivo... todo lo que hacemos acaba tintado del sabor del alma.
Me ha encantado (TODO). Éste en especial :o) un placer, ya sabes!
Esplendida receta para poner "a caldo" a alguien.Tomo nota ...
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