DIOS DE LO PEQUEÑO
SEÑOR de las galaxias más remotas,
las que no tienen nombre,
las que apenas existen;
TÚ que gobiernas las Enanas Blancas
y las Supergigantes;
Tú que forjaste el asteroide oscuro
capaz de destruirnos con un roce;
Tú que detonas cada Supernova;
Tú que amontonas Agujeros Negros
en las pupilas ciegas de este Cosmos,
¿por qué esta margarita?
(Inédito)
DANIEL COTTA
TRAS LA COMIDA
NO sé nada,
pero si Dios existe,
si se encuentra en algún lugar
es aquí, en este cuarto
al que entra el sol poniente
unos minutos antes de ocultarse.
Dios sobre la caoba
del mueble iluminado,
en el verde trasluz
de las macetas que hay en la ventana,
en esas manos jóvenes
que sirven el azúcar,
metido en la madera, ya madera,
y en ese pelo oscuro
junto a una piel muy blanca.
Si es que existe un lugar
o un tiempo para Dios,
es justo aquí,
es justo ahora cuando lo contemplo.
No sé nada.
Ni por qué escribo esa palabra, “Dios”
para hablar de una dicha
con algo del dolor que nos asalta
en el momento de la despedida.
Polvareda, 2003
ANTONIO MORENO
VIEJAS HISTORIAS
AQUELLOS episodios de la Historia Sagrada
que de pequeño oía en el colegio
y que en casa, más tarde, repasaba despacio
me fascinaban siempre. Llenaban de hermosura,
de muy fuertes y opuestas emociones
-y quizá de algo más, de algo sin muerte-,
al niño retraído y soñador
que en mi ser habitaba. Qué intenso y sugestivo
el universo elemental y exótico
en el que transcurrían. Allí supe
del dolor y el amor, de sangre y fuego,
de plagas y diluvios y guerras y milagros,
de justicia implacable y de misericordia.
Luego, ¿dónde se fueron las vívidas estampas
que en mi alma bullían? Poco a poco
el tiempo fue empujándolas a ciertos arrabales
últimos del recuerdo (que son ya casi olvido).
Y muchos, muchos años, otros rumbos anduve.
En ocasiones, ahora, retirado en mi cuarto,
leo y releo la Biblia buscando no sé qué,
buscando, por instinto, agua de vida.
Y reencuentro en sus páginas los relatos que brotan
–tan frescos como entonces, tan dulces, tan terribles–
del fondo más remoto de mí mismo.
De nuevo me consuelan, me espantan, me subyugan.
Por los viejos caminos pedregosos
de Judea y Samaria, bajo un sol de leyenda,
o en la ribera azul del mar de Tiberíades,
los ojos de aquel niño que yo fui
se cruzan con los ojos de Jesús cuando pasa.
Antes del nombre, 2013
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO
de “Dios en la poesía
actual”. Ediciones Rialp, 2018
Edición de José Julio
Cabanillas y Carmelo Guillén Acosta.
Si pudiera escribirse
ResponderEliminar"de su boca no salió infamia
ni con sus manos causó dolor
ni destiló su corazón inquina";
si eso pudiera escribirse sobre
su tumba,
su barro,
su osamenta;
si eso pudiera escribirse sin
reserva,
torsión
ni desmemoria…;
entonces sí: entonces
ante él o ella
yo
me postraría.
http://crateres.blogspot.com/2009/10/entonces-si-por-saiz-de-marco.html?m=1
Un poema muy bonito el que has compartido. Gracias Zumo de Poesía.
ResponderEliminarQué buenos poemas nos regalas. Muy bien escogidos, aunque todo el libro es magnífico.
ResponderEliminarBesos,
Susana
Tienes razón, Susana. Es un libro magnífico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eres inmensidad si miras lo mas pequeño
ResponderEliminarinmersión si tiendes las manos al Universo.
Gracias Anacanta por tus palabras.
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