SE HA IDO YA la nieve después
de mediodía. Nada dura.
Detrás de la alameda
se está yendo también la tarde. Aun
en la umbría, ha perdido el muñeco
de ayer toda su gracia,
es una bola amorfa. Su mismo
desamparo. Por más que intento
compadecerme de lo efímero,
quiera o no, estoy en lo que alienta:
debajo del espino, entre los restos
de la nevada, zascandil,
un petirrojo escarba, hurga.
ESTÁ LA TARDE desolada,
qué cielo tan violáceo,
qué indefensión ante el frío, con el sol
desfalleciendo. Y desde hace mucho
siguen ahí, muy quietos,
abrazados. De vez en cuando
los miro, me sorprendo,
sonrío, soy su amor. O por lo menos
vuelvo al mío, a cualquiera
de ellos. Está la tarde
mortecina. En cambio, siguen juntos,
se entenebrecen, abrazados. Y yo. Mientras
la vida, mientras. Qué cielo.
de “De atardecida, Cielos” Editorial Reino de Cordelia, 2012
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