lunes, 28 de agosto de 2017

UN POEMA DE RUBÉN MARTÍN




LA CAMPIÑA

PEQUEÑA pero hermosa es la campiña
donde parece ahora concentrarse
toda la luz remota del origen.
El sol, puro y radiante, de este día
se filtra entre las ramas del verano
y traza claras formas geométricas
sobre la superficie de las cosas:
briznas dormidas bajo el verde tono,
guijarros escarpados, tallos de aire,
hormigas leves, trigo improvisado,
pájaros de agua, árboles del pan,
ortigas en quietud y miel de flores.
Cuánta delicadeza se nos muestra
suspendida en el tiempo, levitando
apenas un minuto, como si el mundo
contuviera un giro por nosotros,
y qué extraña manera de ofrecerse
tienen las cosas cuando guardo silencio.
La claridad del aire me traspasa,
arde dentro de mí su cálido espesor;
tejen así las lágrimas su seda
y mis ojos no pueden soportar
el peso de una tarde tan sublime.
Qué imagen prodigiosa de la vida,
      qué tranquilo lugar para el amor.


de “El minuto interior” Ediciones Rialp, 2010

martes, 15 de agosto de 2017

UN POEMA DE CONSTANTINO MOLINA



VENCEJOS EN LA NOCHE

DE noche, 
bajo la luz azul de unas farolas,
te sobresalta un grito vertical
que vuela entre tejados y azoteas.

Una punzada súbita.

Es el primer vencejo de este marzo
insertando su vuelo desbocado,
testigo siempre de lo austral,
entre los ventanales.

A ese primer vencejo lo suceden
otro más y otro más.
Y así, hasta que un volátil clamor de aves
traza la orfebrería de su vuelo
gritando en desbandada.

Nada es ya igual. Ahora se dispone
la noche renovada en su viveza.

Un bullicio invisible te acompaña.


              de “Las ramas del azar”, Ediciones Rialp, 2015


martes, 8 de agosto de 2017

UN POEMA DE ADOLFO GONZÁLEZ




ESCRITURA POÉTICA

Escribo porque escribo,
escribo por lo mismo que la rosa florece.

Escribo para nada, sólo para escribir,
igual que el río fluye para seguir fluyendo,
para no desbordarse,
para hacer lo que un río debe hacer.

Escribo, a ratos, como si bailara,
siguiendo el ritmo de una música
lejana, o muy de dentro.
Pero escribo también
-y sobre todo-
desde una quietud
asombrada, dejando
constancia del misterio,
de este eterno
instante que es la vida,
con breves testimonios,
con fugaces imágenes,
con palabras que copio del destino
-libro abierto al azar-
y que a veces consiguen sorprenderme.

Escribo, en todo caso,
siempre al dictado de una voz callada,
que se hace escuchar
precisamente por callada.

Escribo y escribo.
Escribiré
hasta que Dios o el tiempo así lo quieran.
No el poema que sueño algunos días
cuando no tengo el lápiz en la mano.
No:
escribo -escribiré-
el extraño poema que me sienta a la mesa
sin pedirme otro esfuerzo
que el mismo del frutal para dar fruto.
El poema que surge, inesperado,
como un relámpago en la noche
o un claro entre las nubes;
o, más humildemente,
como un grupo de versos o líneas
que de tarde en tarde se me ocurren.

           de “El poema que surge” La Isla de Siltolá, 2017