Hacer un bosque exige unir
los árboles
con un anillo peculiar,
ponerle pájaros,
algunos quietos, otros atrapados
en ramas que son jaulas y no ramas.
Tocar el agua
con la punta de un dedo que no es nuestro
también requiere un fin determinado.
Notar el ritmo de las ondas
y el vértigo del barco, que es un dedo.
Notar la hoja mojada de algún charco.
Sentir el salto de las gotas
que escapan, de ese modo, de la fuerza
de su contorno distintivo.
Ser bañista
en una gota saltarina fuera del bosque,
antes del rompimiento universal
es un modo aleatorio de volver al origen.
También buscar palabras
que no son las más ciertas, pues son números
que van de más a menos hasta el cero infinito.
Hay modos de decir.
Hay modos de contar o de callar,
incluso, hay modos de sumar,
o de mirar,
y hay modos de escribir o de entender
que son variables de un estado:
ese ojo que nos mira, inmóvil
y geométrico, que es el nuestro, el único
que mira y ve lo ciego, eso que está
al lado mismo de otro idioma.
Gracias José Antonio por compartir tu poema. Lo leí con interés y agrado. Cordial saludo.
ResponderEliminarUn poema muy característico (de José Antonio Fernández, ese peculiar poeta...)
ResponderEliminarEs interesante también conocer el modo de pensar de la gente para interpretarlos y comprenderlos...
ResponderEliminarTremendo el poema.! Me quedé por acá y te invito a que me visites. Un cálido saludo.
me gustan tus texto llenos de emociones del alma de un hombre en contacto con el mismo
ResponderEliminarTe espero en mi blog
mil besos
Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarUn caluroso abrazo!
digamos que es una entrega interesante...y hasta filosófica
ResponderEliminarme gustó
saludos