lunes, 18 de marzo de 2013

POEMA


Podríamos abrir una ventana,
mirar por ella,
ver la secuencia inerte de una nube,
o un pájaro que busca su polluelo.
Y si miráramos más lejos
tal vez llegáramos a ver
el ala opuesta de otro signo,
otra ventana abierta que nos mira,
donde estaría un doble de nosotros
dictándonos  el campo previsor
del comienzo del hilo que sustenta
lo posible con lo probable.

También podríamos cerrar
esa ventana en la que estamos,
incluso esa ventana que nos mira.
Así, seríamos un círculo de otro círculo,
así el cristal sería esa divisoria línea
que divide lo visto y lo no visto,
el exterior de lo que está totalmente fuera,
lo que llamamos lejos de lo que ni aparece.

Podríamos cerrar o abrir.
Aunque abierta o cerrada la ventana
la luz se apaga cuando lo decide el ojo.
Ahora bien,
¿qué hacemos con el ojo paralelo
cuando no quiere ser cerrado
por ser precisamente eso,
un ojo paralelo, nada más,
dispuesto a ver
aunque no hubiera nada qué mirar?

Podríamos abrir un ojo, mirar por él
lo perpendicular. Así el poema
tal vez, se entendería.