jueves, 28 de marzo de 2013

CARPE DIEM

                                        Foto de Alexey Menschikov


Bienaventurado el latifundista,
suya será, también, la Tierra Prometida.
El dictador de las colonias de ultramar
pues su bigote merecerá el embalsamiento de los años.
Bienaventurado el político que escoge zapatos con cuña, su voz será lo único que quede bajo el peso de una losa.
Bienaventurado el dios minúsculo porque se rindió en el último peldaño,
el caza recompensas,
suyo es el mérito de los salarios.
Bienaventurado el último poeta, bienaventurado sea, y alguna plaga reciba.
Los cierra sobres, siempre que den por terminada su huelga indefinida. Y así se les sequen los labios, decía una maldición gitana.
Bienaventurado el lector que cree haber encontrado el doble sentido,
el marido juguetón que utiliza un puño americano.
Bienaventurado el cura de mi pueblo, famoso por sus blancas manos,
los empresarios paternalistas, por incumplir nueve Mandamientos.
Bienaventurado el consentidor de plegarias porque de él será el privilegio del último suspiro, el saqueador de columnas, también bienaventurado, inventor de los paraguas desechables.
Bienaventurado el pescador de aguas bravas, el cuerno del unicornio, la figura de Buda en estado catatónico, el arlequín alegre, bienaventurado el domador de mariposas, el carcelero que realiza horas extras, el listo y  la lista, el amo de la casa, las casas sin cosas, los santos oficios.
Bienaventurado el marmolista, merecedor de los royalties de nuestros epitafios y amén.

lunes, 18 de marzo de 2013

POEMA


Podríamos abrir una ventana,
mirar por ella,
ver la secuencia inerte de una nube,
o un pájaro que busca su polluelo.
Y si miráramos más lejos
tal vez llegáramos a ver
el ala opuesta de otro signo,
otra ventana abierta que nos mira,
donde estaría un doble de nosotros
dictándonos  el campo previsor
del comienzo del hilo que sustenta
lo posible con lo probable.

También podríamos cerrar
esa ventana en la que estamos,
incluso esa ventana que nos mira.
Así, seríamos un círculo de otro círculo,
así el cristal sería esa divisoria línea
que divide lo visto y lo no visto,
el exterior de lo que está totalmente fuera,
lo que llamamos lejos de lo que ni aparece.

Podríamos cerrar o abrir.
Aunque abierta o cerrada la ventana
la luz se apaga cuando lo decide el ojo.
Ahora bien,
¿qué hacemos con el ojo paralelo
cuando no quiere ser cerrado
por ser precisamente eso,
un ojo paralelo, nada más,
dispuesto a ver
aunque no hubiera nada qué mirar?

Podríamos abrir un ojo, mirar por él
lo perpendicular. Así el poema
tal vez, se entendería.


lunes, 4 de marzo de 2013

POEMA

                                             Foto: Nicole Natri


Pensar en algo que no esté.
Hacer que ese algo vuelva a su lugar:
ese rincón donde se espacia todo.
Esa hebra rota que ha quedado
entre un lugar y el otro,
                                 que es su abismo,
es lo que asiste al ser, que fue,
es lo que aguanta al ser, que sigue siendo,
es lo que aprieta al ser para que sea.
Ese puente dispuesto sin apoyos
que une la parte rota de algo dicho,
como la mancha muda de un recuerdo,
ese lugar,
es la ceniza que arde sin parar
de todos los fantasmas que nos piensan,
de la memoria ciega que nos mira.

Todo es parte del giro de una noria.

Mientras se sube
decrece el pensamiento inverso:
ese formado al fondo de su piedra.
Mientras se baja
escogemos el signo de una nube.
Hasta que signo y nube sean lluvia
y quede nada de otra nada.
O quede un centro que nos gire.
O un peldaño que baje o suba.
Mientras a un lado esté la sombra,
después la hebra,
                        seguido de algo que no es ni noche.