lunes, 23 de abril de 2012

UN POEMA RARO

                                Foto de Masao Yamamoto

La vida tiene dos extremos.
Está el extremo del nacer:
es allí donde se acompasan
esas fuerzas que tensan el vacío.
Una palabra a punto de ser dicha.
Un gesto anterior a su movimiento,
o esa gota que engorda sin caer
hasta que un viento escaso la decide.
Eso está en el extremo de la ausencia.

Después viene un espacio que es de nadie,
una línea
sobre la que anda el sustentado,
un límite que borra el anterior
que va cayéndose mientras se avanza,
como cae un recuerdo sin memoria.

Finalmente se llega al otro extremo
hasta haber completado una vuelta rutinaria
donde un extremo y el otro son el mismo.

Y así, hasta el infinito.
Cambiándonos de cuerpo,
ahora rama, ahora pez, por qué no nube.

Empezando de cero la memoria.

Hasta que se es memoria todo
y el círculo se cierre o se abra
y todo quede fuera o dentro.
O comience el origen de otro fin.

                                                                                       
Para Elena. Y una rosa...

martes, 10 de abril de 2012

ROBERTO JUARROZ


  

POEMA 38

Menos que el circo ajado de tus sueños
y que el signo ya roto entre tus manos.
Menos que el lomo absorto de tus libros
y que el libro escondido
de páginas en blanco.
Menos que los amores que tuviste
y que el tizne que alarga los amores.
Menos que el dios que alguna vez fue ausencia
y hoy ni siquiera es ausencia.
Menos que el cielo que no tiene estrellas,
menos que el canto que perdió la música,
menos que el hombre que vendió su hambre,
menos que el ojo seco de los muertos,
menos que el humo que olvidó su aire.

Y ya en la zona del más puro menos
colocar todavía un signo menos
y empezar hacia atrás a unir de nuevo
la primera palabra,
a unir su forma de contacto oscuro,
su forma anterior a sus letras,
la vértebra inicial del verbo oblicuo
donde se funda el tiempo transparente
del firme aprendizaje de la nada.
Y tener buen cuidado
de no errar otra vez el camino
y aprender nuevamente
la farsa de ser algo.

                               De Roberto Juarroz: “Poesía Vertical V”

lunes, 2 de abril de 2012

YO Y EL OTRO

                                                             Foto de Jan Saudek



-UNO
Uno:
Yo decido subir al pico más alto. Como enseres dispongo llevarme una cantimplora, un paraguas por si llueve, o hace demasiado sol, un jersey reversible, ambas caras del color del paisaje, dos cerillas, por precaución, una brújula que me regalaron cuando me perdí la última vez. En el último momento concluyo llevarme una manzana cuyas semillas sembraré, para dejar testimonio.

Dos:
Él no sabe que está subiendo una montaña sin pico, plana, cuya cima ningún ser vivo ha conseguido tronar. Allí, el oxígeno fue respirado hace mucho.

-DOS
Uno:
Yo de joven fui rebelde. Un par de veces me negué, como acto supremo de esa rebeldía, a llamarme igual que mi padre aunque más tarde fui convencido. Ahora parece que la edad me ha hecho más conformista y suelo asentir a todo.

Dos:
Él, que con trece años se negó a llamarse igual que su padre, ahora viéndolo agonizar, le ofrece la mano y le susurra al oído que el nieto también tiene la mancha y en el mismo sitio.

-TRES
Uno:
Yo, recién levantado, suelo coger un lápiz no muy grueso, manía de escritor, y antes del café escribo los posos que voy encontrando de los sueños que he tenido. Habitualmente escribo menos de tres palabras y seguramente alguna es pura invención, utilizada como relleno. Hoy recuerdo perfectamente la palabra vacío.

Dos:
Él no sabe que no tiene vida interior. Se dará cuenta cuando el lápiz con el que pretende inmortalizarse se convierta en brasa y queme el papel.

-CUATRO
Uno:
Yo salgo de un supermercado y, como en las películas, choco con la mujer de mi vida. Eso lo sé al mirarle las pupilas y ver reflejadas en ellas la marca de la misma pasta de dientes que yo utilizo. Le ayudo a recoger las cosas y al llegar a la pasta ella levanta la mirada como buscando a alguien.

Dos:
Él viene a ayudar a su mujer, que ve agachada junto a un desconocido. Recogen todo y se van sin percatarse de que les falta un producto de la compra. Tampoco saben que en sus biografías acaba de aparecer un nuevo personaje.

-CINCO
Uno:
Yo vivo en lo alto de un árbol. Bajo sólo a comer bayas que recojo en noches de luna menguante. Ahora mismo estoy en el suelo y aunque noto cierto vértigo sigo llenando los bolsillos del alimento que me mantendrá vivo otro nuevo ciclo.

Dos:
Él se encuentra en la  misma oficina desde hace cuarenta años. Mira con el rabillo del ojo al resto de compañeros y espera que se levanten pues ya es la hora del almuerzo. No quiere decirles que no tiene hambre. Se nota hinchado. Tanta baya indigesta.


-SEIS
Uno:
Yo me veo andando en la nieve. Es jueves y es de noche. El día anterior sufrí una amputación de un brazo. No era el de escribir. Seguramente meteré el muñón en el frío, así intentaré parar la sangre.

Dos:
Él sueña con subir al Everest cada noche, y sufre. El ascenso se consuma en el momento de abrir los ojos. En ese momento, la falta de oxígeno es evidente.

-SIETE
Uno:
Yo sé que estás ahí. Aunque no quieres que te vea sé que en cualquier momento encenderás la vela que te preparé en la ventana. Te siento cada noche cuando el viento entra en la habitación. Te creo muy cercana. Lo suficiente para no tener la necesidad de soñarte.

Dos:
Él no duerme. Desde que ella se fue, no duerme. Tampoco encuentra el momento de apagar la luz. Él sabe que demasiada oscuridad le quita posibilidades. A pesar de que junto a la vela nunca ha dejado una cerilla.


-OCHO
Uno:
Yo tengo sueño, pero sé que si duermo posiblemente no despierte nunca. Decido arriesgarme aunque me propongo un periodo transitorio de prueba.

Dos:
Él ya se encuentra dormido y está soñando. Aunque se nota más liviano echa en falta el peso de sus decisiones. Mientras, se conforma con soñar y ser el otro.