miércoles, 9 de marzo de 2011

COCINILLAS

Con este amargor tan extraño que tiene el caldo, no hay quien se lo termine, me dice.

Sé que tiene razón, pero qué esperaba después de 30 años juntos, aguantándonos. Le digo que será el sabor de una especie rara que compré en la tienda hindú. Así se tranquiliza. Se queja, pero sigue comiendo. Yo observo la cara de asco que pone y me fijo en su retadora mirada con la que me abofetea, mientras sorbe con ruido las últimas cucharadas.

Yo, como si nada, me levanto. Sé que mi bilis ya ha acumulado suficiente condimento para prepararle un jugoso postre.

24 comentarios:

  1. Es que 30 años dan para mucha bilis....yo, por si acaso, llegada a ese punto optaré por prepararme mi propia comida. Y le diré al otro que haga lo mismo, por si las moscas...
    Me gusta el modo en el que todo queda en el aire...
    Abrazos

    ResponderEliminar
  2. Yo pienso que treinta años no son nada pero suceda lo que suceda será bienvenido.
    Eres genial jugando con las palabras.
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Nooooo, me hizo acordar a la Guerra de los Roses, cuando le da de comer su propio perro en picadillo, solo que en ese caso le gustó mucho.

    No quiero llegar a presenciar eso, y tal vez no hagan falta mas de 20 años...mucho menos y puede suceder.

    Beso José!

    ResponderEliminar
  4. Los recovecos del tedio cuando se enlaza con lo eterno no tienen parangón, creo que superan los del odio. Buen micro.

    Besos.

    ResponderEliminar
  5. Bueno, no sé, algo me dice que ese caldo está muy rico y nada amargo. La amargura llega cuando decimos que nos sentamos a comer y en vez de comer, nos ponemos a pensar en los problemas, o cuando decimos que vamos a dormir, y ni dormimos ni descansamos porque de nuevo le damos mil vueltas a los asuntos pendientes.
    ¿Cómo se puede saborear la vida si en vez de endulzarnos, nos amargamos?

    Posiblemente nada de lo que he escrito guarda relación con lo que tú has escrito, pero, sin saber por qué, es lo que me vino a la mente.

    Besos José Antonio.

    ResponderEliminar
  6. Después de esto... ¿te atreverías a invitar a alguien a cenar? :)

    ResponderEliminar
  7. Uys, que fuerte, me ha llegado el sabor hasta mi paladar!! eso quiere decir que el micro golpea al lector y lo lleva de lleno en su lectura. Buen intento. Abrazos.

    ResponderEliminar
  8. Una gran alegoría entre caldo y convivencia, una sopa que se vuelve dificil de acabar con cada cucharada, es poco el hambre que va quedando y demasiado homogéneo el sabor, claro hay excepciones y tambien recursos para alterar esa monotonía gustativa, por ejemplo el uso de especias adecuadas.
    Como siempre es un placer leerte, estimado amigo.

    ResponderEliminar
  9. Esa mujer tiene una angustia en to`lo alto que no se yo si no lo envenena un dia... (o es que está ya en ello)
    Besos
    Cita

    ResponderEliminar
  10. Se mastica el hastío, José Antonio.
    Muy conseguido, muy efectista y, sobre todo, puede dar lugar a reflexiones hondas y jocosas, según ande el humor.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Cita, ¿cómo sabes que es una mujer?
    Gracias a todas y todos por pasar, ah, y estais invitados a caldo. Los hago muy buenos.

    ResponderEliminar
  12. Seguro que le espera algo peor para quitárselo del medio.

    Un saludito

    ResponderEliminar
  13. José Antonio: me vas a disculpar por no poder asistir a tu invitación a tomar de tu caldo. Estoy muy ocupada estos días preparando aroz chino para un invitado especial que tengo... Un abrazote amigo. Me haces falta.

    ResponderEliminar
  14. No lo pondo en duda... lo del caldo. El micro también lo disfruté.

    ResponderEliminar
  15. Querido José Antonio:

    Divertido, sarcástico, negro y genial. Con ingredientes como el desprecio y el rencor, acumulados durante años, cualquier caldo mata. Está claro que la alquimista es la mujer.
    Déjate de caldos, con lo retorcidillo que eres cualquiera te da la oportunidad de experimentar en vivo para contarlo; me conformo con unas cañas en el bar.
    Besos
    Elvira

    ResponderEliminar
  16. Treinta años son muchos años.
    Lo raro es que no pasara antes.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Un texto muy divertido...Nos veremos pronto en Vilapóetica. Un abrazo y felices dás.

    ResponderEliminar
  18. Depende.Esto es como la belleza.
    Hay personas que a los 50 están fantásticas, y otras que están hechas una pena.
    Pues esto igual. Treinta años, bien llevados, dan para buenos caldos; sino , para mucha bilis.

    Me has hecho sonreir. Has jugado muy bien con las palabras y las emociones.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  19. "No hay quien se termine este caldo". Va a ser el caldo quien termine con él.

    ResponderEliminar
  20. Las entradas de tu blog están muy bien!
    Yo acabo de iniciarme en uno también, espero que te puedas pasar y te guste!
    Besoss

    ResponderEliminar
  21. Es una pena que nadie quiera caldo, en fin.
    He de decir que es de una marca conocida.

    ResponderEliminar
  22. Me he dado un buen paseo por las últimas entradas que aún no te había leído. Pero en ésta dejo la huella.
    Ácido, amargo, corrosivo... todo lo que hacemos acaba tintado del sabor del alma.
    Me ha encantado (TODO). Éste en especial :o) un placer, ya sabes!

    ResponderEliminar
  23. Esplendida receta para poner "a caldo" a alguien.Tomo nota ...

    ResponderEliminar