LA poesía no explica ni
argumenta,
la poesía sólo llama a las cosas.
El poeta no es otro
que el que entra de noche en una
habitación
y permanece inmóvil
frente a una oscuridad
a la que poco a poco consigue
acostumbrarse.
El que asiste en silencio
al nacimiento humilde de las
formas
que comienzan de pronto a
definirse,
a adquirir su certeza,
su individualidad.
El inundado
definitivamente por aquello
que, llevando en su seno la
lumbre del sentido,
es capaz de ofrecerle su
presencia,
la posibilidad de su secreto.
La poesía es el oficio del
espíritu.
En las casas de los acantilados,
en medio de la noche,
brilla sobre la mesa de los
viejos buscadores de conchas
la aguja de la sal.
de “He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes” Editorial Visor,
2019
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