MUDANZA
A fuerza de mudarme he aprendido a no pegar los muebles a los muros, a no clavar muy hondo, a atornillar solo lo justo He aprendido a respetar las huellas de los viejos inquilinos: un clavo, una moldura, una pequeña ménsula, que dejó en su lugar aunque me estorben. Algunas manchas las heredo sin limpiarlas, entro en la nueva casa tratando de entender, es más, viendo por dónde habré de irme. Dejo que la mudanza se disuelva como una fiebre, como una costra que se cae, no quiero hacer ruido. Porque los viejos inquilinos nunca mueren. Cuando nos vamos, cuando dejamos otra vez los muros como los tuvimos, siempre queda algún clavo de ellos en un rincón o un estropicio que no supimos resolver. CORTEZA De niño me gustaba desprenderla, limpiar el tronco, dejar al descubierto la verde urgencia de otra capa, sentir abajo de los dedos la rectitud del árbol, sentirlo atareado allá en lo alto, en otro mundo, indiferente a mis mordiscos, capaz de sostenerse sin corteza, capaz de reponerse de cualquier ofensa. De “Ventanas encendidas” Editorial Visor, 2012
|
Dos buenos poemas! Gracias por descubrirlos.
ResponderEliminarSí son buenos. Fabio Morábito escribe una poesía muy interesante. Gracias Susana.
ResponderEliminarTan buena selección que has conseguido despertar mi curiosidad por el autor, lo buscaré para leer más. Muchas gracias!
ResponderEliminarVale la pena adentrarse en su poesía. Arati, muchas gracias por comentar.
Eliminar