CANTO XIX
Y cuando ya se ha visto
que nos despierta el día, que la noche
trae pronto su descanso,
que repartir el pan de tanto gozo,
que son las estaciones una cosa
sencilla de pasar
-flores, hojas difuntas-,
qué vuelo el corazón, cómo ya todo
encuentra su lugar en estas manos
rendidas, estas manos
de llevarnos a bien con lo de hoy:
suavemente tomar
de la cesta cerezas, y encontrarnos
con la fruta pelada,
con que hay un mediodía en la justicia.
CANTO XXVI
A quién le cabe duda de que fueron
obedientes las aguas del Mar Rojo,
¿no se abren aquí
-y no es menos tremendo de creer-
los pétalos de grana de una rosa?
CANTO XXIX
Ha venido a dormirse
un cabello de sol sobre el cristal.
En el vaso, el clavel
¿qué hondura le ve al agua?
Todo esto es demasiado a todas luces.
¿No veis que va a llevarnos
a alguna perdición?
Como todo lo sencillo
ResponderEliminaralejado de boato y aspaviento
la cereza, el agua y la palabra.
No se busca deleite en otro verso
siendo tan sencillo lo sagrado.
Así es, Anacanta. En la poesía de Vicente Gallego sobresale el verso limpio. En su último libro predomina la búsqueda de lo sagrado. Como siempre muy recomendable su lectura.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras. Un saludo.