Foto de Graciela Iturbide
Respirar es un hecho
ineludible
por el que el aire entrante
debe de ser igual al aire consumido.
Pero siempre nos queda un poso,
un algo en un lugar inaccesible
que no se gasta,
aun respirando rápido,
aun respirando lento, incluso, no respirando.
Eso,
incombustible como el humo mismo,
como un rescoldo que nos tizna,
eso que avanza y retrocede,
igual que lo hace el tiempo
cuando es presente o es pasado,
la dirección de los sentidos,
eso que le hemos dado como nombre
el acordado nombre de recuerdo
es lo que queda de nosotros,
como una mancha, un roce o una cruz,
en la parte escondida de algún sitio.
Eso, sin peso y que parece poco,
es lo bastante para seguir vivo
en la memoria diluyente
de una llama apagándose.
Sí, de una llama a punto de encenderse.