Un día fue posible andar
de espaldas
sin la testarudez del tiempo andado.
Avanzando hacia atrás.
Como quien va al revés
con la conciencia opuesta del sentido.
Fue posible ese día componer
las fibras adyacentes
que mantenían el calor intacto
donde debía de enfriar el frío.
Ese día cambió de vuelta el torno,
donde debiera haber un giro
hubo un espacio principal,
lo que fue izquierdo se hizo recto,
se puso encima lo de atrás
y lo que estuvo bien en lo anterior
se hizo mentira comparada.
El campo de la vista fue más nítido
pues mirar de costado ayuda
a entender el perfil de los extremos.
Tan solo hubo un problema:
al llegar al comienzo de la nada,
después de andar des-avanzando,
se abrió un abismo
donde el perímetro quedaba abierto,
pero no a un hueco,
más bien a un pico largo, en espiral,
donde la nieve se hace inútil.
La nulidad del sinsentido.
La nulidad del sinsentido.
Llegar allí
hizo que todo
fuera lo opuesto del alcance
contrario de la idea.
Tal vez la vida fuera un des-andar.
Desde lo más recóndito de un gesto
hasta llegar a lo que fue prudente.
En el sentido estricto del poema.
Tal vez sea eso,
mirar lo escaso y ver sus ondas.
Tal vez ni eso
sea.
En el sentido estricto del poema.
Tal vez sea eso,
mirar lo escaso y ver sus ondas.
Tal vez ni eso
sea.