Entre las dos orillas, apretando,
como una cicatriz endurecida.
Con forjado de hierro, el puente
espera un día no nublado
y que ningún suicida se le acerque
con la costura del bolsillo rota
del peso de unas tuercas oxidadas
llevadas como un lastre, por si acaso.
Arriba, en lo alto de una viga,
justo en la cara del vacío,
la que da a la intemperie, a la inclemencia,
una hormiga retoma el viaje
de vuelta, divisada al fin, la línea
que le señala el fin de su aventura.
El cielo sigue azul celeste
a pesar de que una ola se hace grande
y ya hace sombra oscura.
de "Brooklyn"
Un placer volver a leerte.
ResponderEliminarEn una atmósfera densa, el puente viejo de Brooklyn se impone como la cicatriz endurecida de sus habitantes.
Un abrazo.
Excelente poema. Un gusto leerlo. Muchísimas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias María, gracias Jorge, por pasar.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Un gran poema. Mi felicitación
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya, hasta me han dado ganas de no tirarme :)
ResponderEliminarMe gusta este poema por su fuerza y su concisión, por el contraste entre el puente, trampolín de suicidas, y la diminuta hormiga sobre una viga. Por el azul del cielo y la sombra de la ola. En fin, me parece magnífico.
ResponderEliminarSaludos,
Me gusta mucho como escribes.
ResponderEliminarResalto el comentario de Susana Benet, pienso lo mismo que ella.
Un abrazo