sábado, 9 de febrero de 2019

TRES POEMAS DE JANE KENYON



LA PERA

HAY un momento en la madurez
en que te aburres, encolerizado
por tu mente mediocre,
aterrorizado.

Ese día el sol
deslumbrante te quema
y te hace sentir más desolado.

Pasa sutilmente como cuando una pera
se pudre de dentro afuera
y tú tal vez no lo adviertes
hasta que es demasiado tarde.



GALLETA

EL perro ha limpiado su cuenco
y su recompensa es una galleta
que yo pongo en su boca
como un sacerdote ofrece la hostia.

¡No puedo soportar esa cara confiada!
Él pide pan, espera
pan y yo con mi poder
podría haberle dado una piedra.



ABRIGOS

LE vi salir del hospital
con un abrigo de mujer sobre el brazo.
Evidentemente ella no lo iba ya a necesitar.
Las gafas de sol que llevaba no podían
ocultar su cara húmeda y su desconcierto.

Como una burla el día era brillante
y suave el aire para ser diciembre. Aun así
se subió la cremallera de su abrigo y se ató
la capucha bajo la barbilla, preparándose
para un frío irremediable.

de “De otra manera”. Edición y traducción de Hilario Barrero. Editorial Pre-Textos, 2007.


martes, 5 de febrero de 2019

TRES POEMAS DE ALFREDO BUXÁN


UN DÍA MÁS

Incluso en la pared desnuda y sola,
si miras el vacío con hondura,
se abre paso la luz como simiente
de la que brota el mundo
para que el alma recupere el pulso
-de nuevo en paz, como si renaciera-
y se adentre sin miedo en la armonía
de lo desconocido y de lo eterno:
el sol del día, el viento, la mañana
que yo celebro –a veces en silencio-
escribiendo despacio estas palabras.



EFÍMERO

Quedará en la ventana, si algo queda,
caída entre las flores,
una miga de pan
                         o una palabra
que el humilde gorrión de cada día,
siempre atento a los dones de la vida,
ya muy cerca del alba,
se llevará en el pico hacia su nido.



UN TRABAJO CUALQUIERA
                         
                     Para Anay Sala, naturalmente

Cuánto cuesta explicarles que mi trabajo es este,
que por él me desvelo y le entrego las horas
que su esfuerzo requiere. Qué cansado resulta.
Lo demás son minucias, servidumbres, acciones
para estar a resguardo cuando llega la noche,
para ganarme –apenas- el pan y los zapatos
como se gana el árbol la savia que lo nutre.
Que mi trabajo es este: perseguir la belleza
de las cosas que cesan, para que no se olviden,
escuchar el gorjeo con que el día nos cuenta
que la vida no pide otra cosa que entrega.
Y los ojos abiertos. Y la mano tendida.
Acercarme a la orilla y escuchar el murmullo
que las olas sembraron en mis sueños de niño.
Sonreír a la lluvia, sentarme en una piedra,
escuchar a los muertos, remendar las palabras
que tiemblan en la arena como recién nacidas.
Escucharlas entonces para darles aliento
y que salgan al mundo con su cara lavada.
Qué culpa tiene nadie de que no dé dinero.
Cada cual a lo suyo, cada palo su vela.
Qué le vamos a hacer si la música suena
y las nubes lo saben, si lo entiende hasta el aire
cuando pasa de largo, que mi trabajo es este:
las manos en el barro y en el alma el anhelo
de que salga una jarra donde guardar el agua.

        de “El rumor” Editorial Aflera, 2018