ESCRIBIR ES SEMBRAR
LLEGABA por las tardes, al sol puesto,
y sin decirle nada me sentaba a su lado
porque junto a su pecho se esfumaba mi angustia
y también porque olía su ropa a sol y a lumbre,
a campo y a honradez.
Cuando el sol era ya sólo un recuerdo
volvía del trabajo con su eterno cigarro,
con sus blancas camisas jornaleras,
y mientras preparaba mi madre agua caliente
y él ponía en la radio las noticias,
yo me daba a pensar, a imaginármelo
esparciendo semilla entre los surcos
que luego el sol, el agua y la paciencia
mudarían en verde y en espigas,
en pan para las dulces meriendas de los niños.
Por eso ahora lo imito. Y por eso
ahora que soy mi padre
esparzo estas palabras
en el raro silencio de un cuaderno,
les pongo el corazón y espero que germinen:
que la escritura alcance madurez cereal
y que un día alguien pueda,
como un trozo de pan y de memoria,
hacer de estos poemas su alimento.
UNA FLOR EN TUS MANOS
CON la destreza milenaria
que gastáis las mujeres en los ritos
de la vida y la muerte,
has subido hace un rato a la azotea
para arreglar las flores,
maltrechas y ahogadas de hojas muertas
tras el penoso invierno.
Es abril y renacen los sentidos.
Todo es verdad ahora,
todo se ve y se huele,
mientras tus manos
mullen la tierra en las macetas
para sembrar como quien duerme a un niño,
como quien tapa a un muerto,
plantones de geranios, de endebles gitanillas,
de romero.
Luego, cuando terminas,
con las manos de tierra y el rostro iluminado,
preguntas si me gusta, y te sonrío.
Cómo no ha de gustarme, Josefa, si es lo mismo
lo que tú haces conmigo cada día,
lo que haces con mi alma…
BÚSQUEDA ETERNA
COMO se entra en los muslos que uno ama,
con turbación y miedo,
buscando salvación, placer, ternura,
consuelo, vida, muerte,
así he entrado en los libros,
abriendo, acariciando, desgarrando,
en busca de palabras sanadoras,
de signos, de senderos luminosos,
asaltándome siempre,
muy dentro del abrazo o el poema,
la misma pesadumbre,
el mismo hondo silencio.
de “Serán ceniza”, Libros
Canto y Cuento.