Tal vez sea momento de cambiar
el signo de las cosas.
Yo empezaría por el pájaro,
que no volara, por ejemplo,
así estaría en una rama quieto
esperando algún viento que fuerce su elección.
A la nube que oculta al pájaro
le haría una ventana,
así la vista iría más allá
de la primera previsión.
También podría dar la vuelta a un árbol,
que su raíz se adentre por la nube
y absorba el elemento que la forma
dejando un hueco seco como muestra.
Es el momento de cambiar las cosas.
Al árbol le pondría nombre de hombre,
así, espalda y corteza
estarían unidos el uno con el otro
y las hojas, del árbol y del hombre,
harían de recuerdos
que habrían de caerse más tarde o más temprano.
Y el pájaro,
que en un verso anterior dejamos quieto en la rama,
sería la prueba necesaria
que dictamina el fin de un nuevo ciclo.
Tan sólo faltaría
posicionar lo inútil de sus alas:
volar es avanzar a lo anterior.
Es el momento de cambiar.
Coger la parte nueva de la roca
antes de que se forme puro líquido
y no sepamos ni su nombre.
.