lunes, 20 de diciembre de 2010

DESDE MI ADOSADO


Cuando la nieve viene líquida
y allá a lo lejos suenan villancicos
desde una radio mal sintonizada;
cuando la leña cruje
al ponerla en un fuego sin medida,
y al calendario se le caen los números,
solos, a peso,
decimos que llegó la Navidad.

Las risas se congelan y el vecino
del fondo esconde su corbata gris;
ya vendrán tiempos peores, piensa.
Las madres embadurnan sus angustias
con elixir de celofanes
y sus hijos, rollizos todos,
qué majos, ellos,
pueden, al fin, romper escaparates.
Digamos que en la Navidad
se acostumbra a ocultar lo que se piensa,
y no por mal pensante, por costumbre.
Es Navidad, decimos,
y se utiliza más la risa floja
como elemento protector
para la piel y las arrugas.
Es exfoliante; a mí me pasa.

En Navidad se busca al indigente
para ofrecerle flores no sembradas
y dos monedas de eucalipto,
(para que sueñe y tosa menos).
En Navidad la nieve no es ni blanca,
más bien de ese color indiferente
que recoge un poema mal escrito,
como esperando el qué, o el cuándo.

Así, si suenan las campanas
con estrabismo, discordantes,
es Navidad, se dice.
Porque abrillanta el cura sus anillos,
y plancha la sotana reversible
mientras prepara la liturgia
cambiándole el lugar a alguna sílaba.
Porque la pólvora se esconde
y la gente aparece limpia y pulcra,
endomingados, sin ceniza.
Porque aspiramos las esporas
y vaciamos de tierra los bolsillos,
porque se esmera el peluquero
y hace preguntas indiscretas:
¿qué tal los hijos que no tienes?,
¿y ese trabajo que perdiste?
¿cenas con alguien esta noche?
Y yo me callo y le sonrío.
Porque no hay sombras, sí que es raro,
que adornen las esquinas poco rectas;
ni arrugas en las caras, ni una.
Serán los contrapesos.

Digamos que es la Navidad
vista desde una cueva más lujosa.

Sin el olivo, ni su olor.
Con barro y sin vencejo.
                                            
                                        (Muy buenas fiestas y año nuevo)

miércoles, 1 de diciembre de 2010

MIRADAS

El fotomontaje pertenece a JUAN BAUTISTA MORÁN
Su enlace: http://juanbamoran.mifotoblog.com/index.php



Hay ojos que nos miran
desde la parte hueca de un cristal,
como el que observa el horizonte
con una bolsa, apantallando,
haciendo catarata,
como evitando el epicentro,
cosa imposible, es gaseoso.
Hay ojos que ni lágrimas,
(esa agua fue bebida),
arena, sólo, de otros sitios
traída por un viento con futuro.
Hay ojos tras el muro, basta
subir algún peldaño y asomarse.
Veríamos que en la parte bien pintada,
la nuestra, por supuesto,
hay países sin dunas, muy lejanos,
de nombres bien sonoros, con mayúsculas,
donde el pan nace ya comido.
Son lugares extraños, sin acentos,
donde el reloj es lo que cuenta,
(como si el tiempo fuera líquido).
Sitios con mantas, nieve artificial,
sujetadores con relleno,
o, depende de que ubre, lo contrario.
Todo de espejos encendidos
y sillones de cuatro plazas,
(cuando son tres y a nadie esperan).
Suelen salir en mapas con chinchetas,
(mi hijo tiene uno donde pincha sueños),
en el tampón del pasaporte
y en esas series de la tele
donde aparecen, sólo, coches rojos,
(el mío es gris metalizado).

Hay caras inconclusas, como puzzles,
con la boca torcida, mal pegada,
los labios sin pintura, ¿para qué?,
en la lámina fina del cristal.
Ojos, sí, que se clavan
helando nieve en el ventrículo.

Que venga Dios, si lo resiste.

Yo no, ya sin madera, todo barro.